UNA SERIE DE CATASTRÓFICAS DESDICHAS



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  Josefina Iturria 

     Tenéis dos opciones: si sois personas sensibles y con buen juicio, dejad de leer este macabro artículo y leed otros textos llenos de júbilo que encontraréis en esta misma página. Si vuestro juicio falla y seguís leyendo estas palabras, acompañadnos en esta escalofriante visita a las vidas de los huérfanos hermanos Baudelaire y a la retorcida mente que escribió esta serie de catastróficas desdichas.
     Podría considerarse una introducción digna de Lemony Snicket, nuestro misterioso narrador que en cada capítulo llora la muerte de su amada Beatrice. Si desconoces las “caras” que se ocultan tras estos nombres, o, si la identidad de los hermanos Baudelaire es una incógnita para ti, te recomiendo encarecidamente que continúes leyendo.
     Una serie de catastróficas desdichas ha sido una película presente en la vida de todo niño que amase el misterio, el ingenio y las sociedades secretas. El conde Olaf y su extraño grupo de compañeros de teatro, un banquero  irresponsable y una serie de tutores cada uno más dispar que el anterior eran el tipo de adultos que no queríamos conocer, pero, que a su vez, deseábamos enfrentar.
      Por ello, y como niña que vivió las desventuras de estos tres hermanos, la idea de la nueva serie de Netflix Lemony Snicket: Una serie de catastróficas desdichas, me emocionó, y he de decir que no me ha defraudado en absoluto.
      Siguiendo muy bien el estilo presente en los libros, la serie presenta tutores incompetentes que no saben cuidar de los niños –menos el tío Monty, que a pesar de no ser el mejor tutor, los quería incondicionalmente-. Un cruel Conde Olaf, villano deseoso de la fortuna de los niños por sobre cualquier cosa, y unos niños inocentes pero lo suficientemente listos como para poder enfrentarse al malvado Conde.
      La serie nos atrapa desde un principio con la canción que no para de incitarte a abandonar la serie y dedicarte a cosas más alegres, y la presencia de Lemony Snicket cuyo única función en la vida es contar la historia de los niños aunque esto lo ponga en peligro, termina de engancharnos a esta magnífica serie.
     En ningún momento a lo largo de todas las historias se nos aclara quien es este narrador y quien era la mujer por la que no deja de llorar su muerte. Además, se puede vislumbrar una posible sociedad secreta que, sin saberlo los niños, irá conectando a cada uno de sus irresponsables tutores.
     Ya desde un punto de vista artístico, cada capítulo en su inicio presenta una paleta de colores muy llamativa que con el paso del capítulo termina siendo oscura y lúgubre. Siendo sincera, no me gusto al principio, pero en cuanto el primer capítulo terminó, comprendí que el director  lo usa para representar la esperanza de los niños con cada nuevo tutor y como esta se convierte en desasosiego al ver aparecer al Conde Olaf con un nuevo disfraz.
     Usando al villano de este lúgubre cuento y sus nefastos disfraces, interpretado por el conocido Neil Patrick Harris de Como conocí a vuestra madre, el autor hace una crítica a la ceguera que presentan todos los adultos. Esta ”ceguera”es debida a sus ocupaciones ya sean en la Corporación Fraudusuaria, como el banquero Poe, o la tía Josephine, con miedo hasta de abrir la puerta, que les impide discernir al Conde Olaf en su disfraz, mientras que los niños y su inocencia lo reconocen siempre en cuanto lo ven.

     Finalmente, las constantes roturas de la cuarta pared de Lemony Snicket para dirigirse a los espectadores, el uso de la pequeña Sunny para otorgar humor a esta serie y las formas tan ridículas e impregnadas de ironía dramática de cada muerte, hacen de esta serie de catastróficas desdichas un programa digno del público tanto adulto como juvenil que adore el misterio, la ironía y el humor inteligente. 



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